20 octubre 2008

Indignación

¿Qué se puede hacer en un mundo dominado por la violencia, en el que todo se logra por la fuerza, en el que se ha olvidado el valor de la palabra, en el que se ha olvidado lo que significa ser un “ser humano”? Hemos perdido nuestra ESENCIA.

Esta semana en el Instituto en el que trabajo han ocurrido tres sucesos que me indignan, por diferentes motivos, pero con un fondo común: la violencia.
.
El primero en la hora de tutoría de 3º de la ESO. La actividad a desarrollar era una reflexión en grupos de 4/5 alumnos y después en el gran grupo de clase sobre noticias que trataban de la violencia en las aulas, tanto con los profesores como entre los alumnos.
La respuesta fue la esperada en un punto. Todos son conscientes de que es una situación preocupante y que tiene que ser atajada de alguna forma. Sin embargo, era estremecedor escucharles hablar de esas peleas como algo normal y habitual asumido en sus vidas. Y lo peor, escucharles contarte que sólo ellos pueden defenderse, porque los adultos (tanto sus padres como sobre todo sus profesores, como la Justicia) no lo hacen … Así que, si les pegan, ellos contestan. Si les amenazan, ellos se defienden.
¿Qué medida tomas ante eso? Intentar hacerles reflexionar sobre como tienen asumido algo que es anormal como una parte más de sus vidas. Convencerles de que sí pueden contar con sus padres, con la Justicia y con sus profesores, con su tutora, conmigo. Porque yo SÍ me voy a meter en medio de sus peleas, porque hasta cierto punto lo que ocurre con sus vidas este año es asunto mío…
.
El segundo suceso fue con otro alumno, esta vez de 1º de la ESO. Expulsado de clase y castigado en el pasillo de Jefatura durante un buen rato para que se tranquilizara y reflexionara sobre lo sucedido.
Después de preguntarle un par de veces qué había pasado sin respuesta el profe que le expulsó me contó lo sucedido. No me lo podía creer. Mi alumno no es violento. Nunca se había enfrentado a mí en clase. Pesado sí. Buscando ser el foco de atención, pero ¿violento? NO.
Así que ni corta ni perezosa recordé que tenía regalices en el bolso (había claustro por la tarde y me entra antojo de dulce) cogí unos exámenes para hacer fotocopias y me fui para el pasillo. “Momento chiquilín” total. Me senté y le dije: “Ya sé la versión de X, cuéntame la tuya”. Así que mi alumno, con esos ojos azules enormes que tiene empañados de lágrimas me empezó a contar su versión mientras aceptaba mi regaliz. Y las cosas variaban. No voy a decir que justifique su contestación fuera de tono pero entiendo que, después de que desde el primer día de clase le sacara del aula para decirle a solas, sin testigos, que si hacía el bobo le “arrancaba la cabeza” y de sugerirle después de un ejercicio que él iba a acabar como el drogadicto de la historia, mi alumno se sintiera ofendido y le contestara que “él no era nadie para hablarle así”. Por supuesto que le dije que, aunque no justificaba el comportamiento del profesor, él no podía contestar de esa manera (luego la bronca en clase fue “in crescendo”), pero aun así me parece salvaje. Mi alumno no es un “latin king”, no es un niño retorcido de los que te sabotea la clase y al que de verdad sí arrancarías la cabeza. Simplemente es un niño perdido, con necesidad de afecto, de que alguien se siente con un regaliz y le escuche. No es que quiera presumir de nada pero me siento muy orgullosa de aquello.

Para el tercer suceso no tengo palabras. Me parece vergonzoso. Tanto que si vuelve a suceder pondré una queja donde sea. Yo y otras compañeras. Profesoras, mujeres, porque va contra nosotras y contra todo ser humano con dos dedos de frente, con un mínimo de cordura.
No voy a decir nombres ni cargos. Sólo diré que en la reunión de tutores, alguien, un hombre, dijo lo siguiente en relación al taller de Violencia de género: “Vamos a ver si cuadramos las fechas de las charlas ya, que las mujeres os ponéis muy guerreras cuando se os pega”.
El único comentario que voy a hacer es este: ¿Cómo se puede hacer chanza sobre un tema así cuando están asesinando a una mujer cada día prácticamente? ¿Cómo puede hacerlo cuando alguna de las cuatro mujeres que tenía enfrente podía haber sufrido o estar sufriendo maltrato físico o psicológico?
.
Después de esto. ¿Quién es más culpable de lo que está pasando? ¿Los adolescentes o los adultos? Nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos en las noticias sucesos en los que están involucrados menores y no somos capaces de darnos cuenta de que son un reflejo de “los adultos”, que son nuestra responsabilidad, que imitan nuestros patrones y que nuestros patrones, por desgracia en demasiadas ocasiones, están corruptos.
.

02 octubre 2008

Razones para ser un poco más feliz.

Pensaba que este post sería sobre "mi nuevo cuarto", tema como se percibe nada pretencioso y con el que simplemente quería compartir un trocito de mi pequeño y reedecorado mundo, pero en vista de que la finalización de tal proyecto va para largo y de que bydiox ya me ha dado un tirón de orejas por llevar tanto tiempo sin actualizar el blog (comienzo de clases, nuevos alumnos, etc, etc...), recojo la invitación realizada por Banyú en su blog y me entrego a la tarea de enumerar seis cosas que me hacen feliz y que escribo de forma aleatoria y no por orden de importancia:
  1. Salir de clase con la sensación del deber bien cumplido, de haber conseguido transmitir, emocionar, intrigar, convencer... Sentir la complicidad en la mirada de tus alumnos y su cariño sincero.
  2. Viajar. Las noches de verano y sus madrugadas eternas... pasear en esos momentos sintiendo el calor incipiente y el rocío del amanecer.
  3. El olor a jazmín, a azahar, el sonido del mar y el ronroneo de mi gata por las mañanas depertándome...
  4. Releer pasajes de mis libros favoritos, poemas o escenas de películas y seguir emocionándome.
  5. Saber que pase lo que pase SIEMPRE cuento con mi familia y con mis amigos, que NUNCA me fallan.
  6. E, inevitablemente, como buena romántica sin remedio y visceral convencida, sorprenderme conociendo a alguien que me mueva por dentro, desmontando mi mundo. Verme reflejada en sus ojos. Sentir hasta el delirio. Perder la cabeza y entregarme, simplemente, a vivirlo... aunque luego todo quede en nada. Siempre (o casi siempre) merece la pena y espero no perder esos "brotes de locura".

No creo que exista un estado absoluto y constante de felicidad sino momentos que hacen que todo cobre sentido. Quizá este listado sea una forma de recordarnos por qué merece la pena seguir al pie del cañón...

Estas son mis seis opciones... ¿y las tuyas? Sea las que sean no olvides una, la fundamental: Quiérete y vive.

.