09 abril 2009

La bella durmiente visita a Platonov...

Ayer, miércoles santo, fue un buen día.

Empezó con una suculenta comida en la casa de mi hermano, siguió con un "apaciguamiento", que no cierre total, de ciertas desavenencias y una tarde planificada para mí y mi disfrute.

Primera parte de la tarde:

La primera parada en el camino en una tarde madrileña luminosa y tranquila fue el Museo del Prado para ver la exposición de "La bella durmiente, pintura victoriana del Museo de Arte de Ponce"

Hago una adaptación y resumen de la información del folleto explicativo (aquí podéis ver y escuchar la muestra de las pinturas comentada):

La exposición muestra diecisiete obras de artistas representativos de la pintura victoriana que forman parte de la colección del puertorriqueño Museo de Arte de Ponce, fundado por el coleccionista Luis A. Ferré.
Las obras se producen en la segunda mitad del siglo XIX, durante el reinado de la Reina Victoria (de 1837 a 1901), un periodo de grandes cambios sociales y políticos en el que, en medio de la revolución industrial, la sociedad británica pasa de ser rural a urbana, propiciando que la clase media, cada vez más culta y más rica, se aficionase al coleccionismo, lo que favoreció también al desarrollo de la pintura victoriana.

Estos artistas, pertenecientes en sus distintas etapas a la "Hermandad Prerrafaelita" trataban de reformar el frívolo arte académico predominante y simpatizaba con lo directo y sincero del atre pasado. Afrontaban sus pinturas -muchas veces inspiradas en temas religiosos, literarios o históricos- con gran seriedad, representando momentos de intenso sentimiento...

En un principio, la Hermandad Prerrafaelita fue objeto de duras críticas por su estética radical, el empleo del claroscuro y fuertes colores locales, las composiciones poco convencionales y por el monograma "PRB" (Pre-Raphaelite Brotherhood) que aparecía en sus obras y que indujo a pensar que se trataba de una sociedad secreta relacionada con las revoluciones y los movimientos obreros que tenían lugar en Europa.

La segunda etapa del Prerrafaelitismo (mi favorita), desde mediados de los cincuenta, estuvo dominada por Edward Coley Burne-Jones y Dante Gabriel Rossetti, quienes se alejaron del sentido de responsabilidad moral y social de los primero prerrafaelitas y se acercaron al movimiento Estético y Simbolista. Produjeron pinturas en las que se mezclaban elementos medievales y clásicos, frecuentemente exaltando la belleza femenina de la femme fatale, y trataron el tema de la introspección, el sueño, la muerte y la evasión de la realidad.

Por último, Frederic Leighton, figura principal del Movimiento Clasicista, estuvo muy influenciado por la corriente de Esteticismo y del "arte por el arte". Su pintura Sol ardiente de junio, que aparece bajo estas líneas, se ha convertido en todo un símbolo del arte lírico basado en la idealización y la evasión de la realidad de fin de siglo y es la obra más célebre de este Museo y cartel de la exposición.

























Como ya he comentado entre paréntesis mi etapa preferida del Prerrafaelismo o Prerrafaelitismo es la segunda. La onírica, la de los sueños y los símbolos. La que reproduce los mitos celtas y ciclo del rey Arturo, Avalon y Morgana. La de la muerte de Ofelia y las mujeres hermosas, misteriosas, con vestidos vaporosos y mirada perdida.... Supongo que como buena romántica y amante del arte es inevitable...

Críticas, que las hay: la exposición es muy muy muy escasa, apenas diecisiete cuadros que ves tranquilamente en poco más de media hora, aunque luego siempre puedes pasarte por el resto de salas del Prado y volver a ver a Goya, Velázquez o el Greco que es lo que hice yo y nunca está demás.
Pero sobre todo lo que más me molestó y que me parece un robo en toda regla es la tienda del Prado relacionada con la exposición. Yo quería comprarme el póster del cuadro de Frederic Leighton que es maravilloso. Pues bien, llegas allí, compras el póster (6 euros) y cuando llegas a tu casa y lo abres te encuentras con un inmenso logotipo de la exposición, el museo Ponce y el Prado en medio de la pintura.... Estoy casi segura que en el póster de muestra no aparecía porque sino no lo hubiera comprado... Pues eso, indignada me hallo.

Segunda parte de la tarde:

Sobre las ocho de la tarde salí del Prado y caminé Paseo de Recoletos dirección la Castellana hasta la calle Tamayo y Taus, al Teatro María Guerrero, donde una amiga que trabaja allí me "invitaba" a la representación de Platonov, de Antón Chéjov. Para ver el videoblog de la obra podéis pinchar aquí.

Como en la exposición os hago un pequeño extracto del programa de mano de la obra:

"En esta obra de juventud de Anton Chéjov son reconocibles ya todos los temas, personajes y obsesiones del gran autor ruso.

El protagonista principal es Mijáil Platonov, un desilusionado maestro de escuela de provincias, un personaje ambiguo que se hunde en la desesperación.

Desaparecida durante años y considerada inacabada por su autor, una copia de la obra, sin título, apareció en los años veinte en una caja fuerte de un banco de Moscú.

Ha conocido múltiples versiones y poco a poco se ha ido convirtiendo en una ineludible referencia y en otro de los grandes títulos de la dramaturgia chejoviana."





























Debo confesar que no pude controlar las lágrimas en dos ocasiones. En un momento devastador y durísimo de la segunda parte y cuando acabó, cuando salieron los actores a saludar, entre los "bravos" y los aplausos sin fin.

La adaptación del texto ha hecho que lo que en principio hubieran sido nueve horas de representación se quedara en tres con diez minutos de descanso. Sinceramente yo hubiera preferido una "sesión continua" a pesar del "dolor de trasero" pero es que la tensión dramática se corta y cuesta recuperar el ritmo. Aun así la obra me encantó.

Los actores están maravillosos empezando por Pere Arquillué (Platonov) y continuando por Carmen Machi que representa el papel de la esposa comedida y sumisa, producto perfecto de la Rusia conservadora y que sorprende en un papel dramático lejos del que nos tiene acostumbrados en Aída.

La puesta en escena y el montaje de Gerardo Vera es fabuloso, capaz de crear distintos ambientes con trasparencias, vídeos proyectados, luces y una preciosa música rusa de fondo en determinados momentos de la obra.

Hacer un comentario y análisis de este texto me llevaría páginas y páginas y no creo que sea el propósito del blog hacer una crítica literaria o teatral exhaustiva que no haría otra cosa que aburrir...

Sí os dejo mi impresión: la obra es una muestra de cada uno de los personajes representativos de la sociedad rusa de finales del siglo XIX, un mundo corrupto, decadente, hipócrita y cruel condenado a extinguirse. Un mundo que devora a sus personajes y les destruye, donde ninguno de ellos es capaz de cumplir sus sueños e ideales de juventud y se ha visto abocado a aceptar la vida que le ha tocado vivir o que por el contrario se engaña pensando que tiene lo que desea.

Sobre todos estos personajes destaca Platonov, un profesor de escuela provinciano que se revela contra toda esta hipocresía y vulgaridad, que ataca a todos y a todo, que se niega a aceptar la mediocridad de la vida pero que, y esto es lo más terrible, está tan herido por la sociedad como todos los demás, y no sólo no se salvará sino que arrastrará a la destrucción a los que más ama.

Esa es la verdadera tragedia de la obra. El personaje que Chejov elige para representar su crítica está tan dañado por lo que le rodea que termina, sin quererlo, volviéndose un ser profundamente dañino para los hijos de la madre Rusia que le han convertido en lo que es. Platonov intentará luchar contra su particular "fatum" que le domina como si fuese un personaje de una tragedia, y precisamente, después de gritar asumiendo lo irrisorio de la vida "comedia finita est" acepta su derrota y confiesa que le aterra vivir, que le aterra abrir los ojos, porque lo que en el fondo le pasa, y esta es mi opinión, es que el desencanto vital le ha convertido en un cínico y un cobarde que carga su ira contra todos pero que no es capaz de tomar las riendas de su vida, igual que todos los demás personajes de la obra....

No hay que olvidar que Chéjov pertenece a la corriente literaria del naturalismo con sus seres inadaptados y devorados por el medio y esto va a ser una constante en todas sus obras.

No voy a comentar nada más. Id a verla. Es durísima y después de que el telón cae tardas en volver a la realidad unas cuantos minutos, intentando asumir todo lo que te acaban de lanzar y que no puedes evitar en ocasiones proyectar en tu propia vida... Y quizá, por todo y por eso, por el efecto catártico que tiene sobre ti merece la pena.

Lo que es la vida... seguimos igual.... Parece que en este mundo siguen sin tener cabida los ideales...

En resumen, a pesar de los pesares ambas actividades culturales son ampliamente recomendables. Disfrutad de ellas si podéis.