25 abril 2008

El secreto de los finlandeses

Lo sé. Mis post por el momento son un poco "densos", pero entendedlo... la dura vida de una opositora. Cuando acabe la pesadilla serán más variaditos. Ahora mismo, salvo maravillosas e inesperadas excepciones, mi existencia es bastante anodina.
Lo que voy copiar aquí son fragmentos de un artículo de un periodista que viajó a Finlandia a conocer qué tiene de especial su sistema educativo. Los resultados: ALUCINANTES. Nos llevan siglos, en todo. Ahí va:

"Les presento a Saili Sipilä. Tiene 15 años. Vive con sus padres y sus dos hermanos en Espoo, una ciudad a las afueras de Helsinki. Como periodista, quiero saber por qué Saili, un adolescente normalito de Finlandia terminará la Secundaria con excelentes notas, hablando inglés a la perfección y leyendo un libro por semana. Lo típico para un finlandés. Como padre, quiero saber si es inevitable que mi hijo, Manuel, un adolescente normalito, acabe sus estudios obligatorios aprobando por los pelos, chapurreando cuatro palabras en inglés y sin el menor interés por la lectura. Lo típico para un español. ¿Hubiera sido diferente si hubiera nacido en Finlandia? ¿Qué comparaciones entre la educación finlandesa y la española puedo hacer como periodista? ¿Qué lecciones puedo aprender como padre?

(...)
Me sorprende que Saili no tenga puente, pues el festivo cae en jueves. Mi hijo enlazó cuatro días de vacaciones gracias al viaducto de la Constitución. En Finlandia, si una escuela hace puente (los centros tienen autonomía para tomar estas decisiones), antes obliga a sus alumnos a salir algo más tarde cada día hasta completar las clases que se hubieran perdido.
(...)
En el exterior, las instalaciones de la escuela Saarnilaakson dan una impresión espartana, excepto por el césped de los campos de deporte que la circundan. En la entrada no se ve a decenas de estudiantes apurando el primer pitillo de la mañana, como en los institutos españoles. Ni una colilla, ni una hoja, ni una pintada. «Aquí no se ensucia ni la nieve». En el interior, la limpieza resalta aún más. No hay garabatos en los pupitres ni en los aseos. Todo parece recién estrenado. Saarnilaakson es una escuela pública, como el 97 por ciento de los centros finlandeses, a diferencia de España, donde el 35 por ciento son privados. Por supuesto, es gratuita. Pero el equipamiento es el de un colegio caro en nuestro país. Las aulas disponen de un televisor con pantalla gigante de plasma, acuario de 200 litros con pececitos de colores, cocina con fregadero, medios audiovisuales, aire acondicionado, muchas plantas. Hay un ordenador por cada dos alumnos. Un gimnasio cubierto, un auditorio para las clases de teatro y un comedor con autoservicio. Los libros de texto son gratis, el material escolar es gratis, la comida es gratis.
(...)
El Estado los ayuda a emanciparse con subvenciones para alquilar una vivienda y una paga. Todo el sistema está montado para que los finlandeses se acostumbren a ser autónomos desde bien pequeñitos y se vayan a vivir por su cuenta a los 18 años.
(...)
Los deberes son sagrados. Y está muy mal visto que alguien copie, incluso por los mismos alumnos. Que alguien saque una chuleta es impensable. «En nuestra cultura son muy importantes dos valores: la honradez y el trabajo»
(...)
Las películas y series de televisión extranjeras no están dobladas. Todas se pasan con subtítulos. Los niños se acostumbran desde pequeños a escuchar otros idiomas y, además, adquieren destreza lectora.
(...)
La jornada de Saili es intensiva, de 8 de la mañana a 3 de la tarde. Pero las clases son muy breves: 45 minutos mal contados. Hay un recreo obligatorio al aire libre y una pausa de media hora para comer. Todo el horario está salpicado de breves descansos que hacen llevadero el día. Terminan frescos. No se los abruma con una montaña de materias. Se estimula el razonamiento crítico antes que la memorización. Hay clases distendidas, como baile de salón, teatro, arte digital, peluquería, artes marciales, hockey sobre hielo, esquí de travesía, ¡cocina! También primeros auxilios, carpintería, soldadura o música. Los alumnos tocan el violín, la guitarra eléctrica u otros instrumentos, según sus preferencias. Y, sobre todo, se estimula el pensamiento crítico. Se invita a discutir. El sistema español margina el debate y la expresión oral. El alumno toma apuntes pasivamente, bosteza".
(...)

El artículo es mucho más largo, pero lo esencial está aquí. Qué... sin palabras, ¿verdad? Y todo es totalmente cierto. Yo tuve la experiencia en Umea, Suecia, en 15 días de intercambio cultural con un instituto de allí y me quedé con la boca abierta y sintiéndome en los albores de la civilización. Creo que no soportaría el clima, sino levantaba el vuelo para los países nórdicos. En cualquier caso, la experiencia allí tiene que ser increible, para planteárselo, aunque sea seis meses.

16 abril 2008

Los problemas de la cortesía

Si algo positivo puede traer consigo tenerse que volver a estudiar tooodo un temario de oposiciones para unos exámenes que YA tienes aprobados, es que al repasar reflexionas sobre conceptos que, para mí, son interesantes:

El principio de cooperación comunicativa de Grice y el principio de cortesía de Lakoff. Lo sé, parece arduo, pero todo tiene su explicación. Así que léase hasta el final...

El amigo Grice estudia los principios que regulan el intercambio comunicativo, aquellos principios que se supone son aceptados tácitamente "por cuantos participan de buen grado en una conversación". A saber:

- Dé la cantidad de información precisa (no se exceda)
- Intente que su contribución sea verdadera (no mienta)
- Diga cosas relevantes para la comunicación.
- Sea claro y ordenado.

Sin embargo, el principio de cortesía de Lakoff (que a todo esto era una mujer) estudia la comunicación desde la vertiente social y entiende la cortesía como "una estrategia conversacional para mantener las buenas relaciones".Entonces vence la cortesía sobre la cooperación, esto es, el "buen rollo","la mano izquierda". De este modo, sus principios son:

- Sea claro.
- Y sobre todo, sea cortés: no se imponga, ofrezca opciones y alternativas en su conversación y refuerce los lazos de camaradería.

Todo para intentar evitar la imposición sobre "el otro", no invadir su espacio, para salvaguardar su imagen. Y en este punto entra la reflexión:

¿No es esto exactamente lo que hacemos día a día con todos los que nos rodean? El problema es que habitualmente el primer principio de Lakoff no se cumple (sea claro) y muchos ven en la cortesía una excusa perfecta para la mentira. Las dobles caras. Y ahí viene el primer problema: la inconsecuencia, esto es, cuando las personas no son consecuentes con sus actos y palabras (algo que odio).

En el segundo problema de la cortesía mal entendida me veo afectada yo misma, atrapada en una especie de torbellino, nebulosa y espiral de "las apariencias": protegerse, no decir más de lo necesario, no exponerse a que el/la otra/o tenga demasiada información sobre ti, cuidar las palabras, ser precavido con que lo que dices sea interpretado de la forma adecuada, o que no se transparente de forma clara lo que piensas o lo que sientes para que la otra persona no huya despavorida, porque tienes que respetar su espacio.
Mi problema es que soy "cristalina" y tarde o temprano se me ve el plumero, y qué narices, en ocasiones me canso de la retórica y los dobles juegos y tiendo a ser clara, aunque asuste, si te da miedo, puerta, una ya no está para tonterías...
Con esto no quiere decir que no use la cortesía. Claro que sí, como todos. Soy una experta en "la mano izquierda", en decir las cosas de forma menos dura, lo que se dice "ser políticamente correcta". Además soy "profe", tengo que hacer uso de una buena oratoria (oh tempora oh mores... si Cicerón levantara la cabeza...) pero en ocasiones agota este juego de apariencias... sobre todo cuando esperas una cierta respuesta por parte de tu interlocutor que no llega.
Ay... entender a los demás... la pregunta que te terminas haciendo es ¿quién te entiende a ti? La empatía está muy bien pero cuando es compartida. Ponerse en la cabeza del otro e intentar interpretar qué ha querido decir con lo que ha hecho o dicho, qué puede estar pensando... como ya he escrito, es agotador hasta la extenuación, como una carrera en la que nunca ves la meta...
Aquí surge otro gran conflicto que daría para un libro: las expectativas incumplidas. Esperar que los demás actúen como actuarías tú. Sólo un apunte: supongo que el término medio (donde está la sabiduría) sería encontrar el equilibrio entre no esperar demasiado de nadie más que de ti y no perder del todo la esperanza de que, a veces, sí ocurra.

Después de todo esto pienso qué pasaría si por un sólo día primara el principio de cooperación comunicativa de Grice sobre la cortesía, sin que confundamos esto con la grosería y la falta de educación (algo que también odio profundamente), y fuésemos claros y auténticos por una vez, por unas horas, por un sólo día. Qué pasaría si dejáramos al pie de la cama nuestra brillante armadura y fuésemos por el mundo con la mirada inocente y sincera de un niño. Claros y verdaderos con nuestro compañero de trabajo que nos amarga la existencia, con nuestro amigo/a que abusa de nuestra comprensión o con aquella persona que nos tiene loco/a, que nos acelera el pulso hasta el delirio. Parémonos en éste. Imaginad. ¿No sería estupendo acercarse a esa persona y decirle, como en el poema de Luis Alberto de Cuenca: "tengo un hambre feroz esta mañana, voy a empezar contigo el desayuno"...? Y si sale corriendo quizá es que no merece la pena, o, quizá es lo que está esperando y nos sorprende arrastrándonos a un lugar recóndito para comernos las hechuras del alma...

Es complicado, lo sé. Así que, sigamos con el baile de máscaras, sigamos caminando por el mundo con nuestra brillante armadura...

(A dos meses de la oposición... menuda "paja mental"... ya veréis en un mes... pellizcando cristales...)