Si algo positivo puede traer consigo tenerse que volver a estudiar tooodo un temario de oposiciones para unos exámenes que YA tienes aprobados, es que al repasar reflexionas sobre conceptos que, para mí, son interesantes:
El principio de cooperación comunicativa de Grice y el principio de cortesía de Lakoff. Lo sé, parece arduo, pero todo tiene su explicación. Así que léase hasta el final...
El amigo Grice estudia los principios que regulan el intercambio comunicativo, aquellos principios que se supone son aceptados tácitamente "por cuantos participan de buen grado en una conversación". A saber:
- Dé la cantidad de información precisa (no se exceda)
- Intente que su contribución sea verdadera (no mienta)
- Diga cosas relevantes para la comunicación.
- Sea claro y ordenado.
Sin embargo, el principio de cortesía de Lakoff (que a todo esto era una mujer) estudia la comunicación desde la vertiente social y entiende la cortesía como "una estrategia conversacional para mantener las buenas relaciones".Entonces vence la cortesía sobre la cooperación, esto es, el "buen rollo","la mano izquierda". De este modo, sus principios son:
- Sea claro.
- Y sobre todo, sea cortés: no se imponga, ofrezca opciones y alternativas en su conversación y refuerce los lazos de camaradería.
Todo para intentar evitar la imposición sobre "el otro", no invadir su espacio, para salvaguardar su imagen. Y en este punto entra la reflexión:
¿No es esto exactamente lo que hacemos día a día con todos los que nos rodean? El problema es que habitualmente el primer principio de Lakoff no se cumple (sea claro) y muchos ven en la cortesía una excusa perfecta para la mentira. Las dobles caras. Y ahí viene el primer problema: la inconsecuencia, esto es, cuando las personas no son consecuentes con sus actos y palabras (algo que odio).
En el segundo problema de la cortesía mal entendida me veo afectada yo misma, atrapada en una especie de torbellino, nebulosa y espiral de "las apariencias": protegerse, no decir más de lo necesario, no exponerse a que el/la otra/o tenga demasiada información sobre ti, cuidar las palabras, ser precavido con que lo que dices sea interpretado de la forma adecuada, o que no se transparente de forma clara lo que piensas o lo que sientes para que la otra persona no huya despavorida, porque tienes que respetar su espacio.
Mi problema es que soy "cristalina" y tarde o temprano se me ve el plumero, y qué narices, en ocasiones me canso de la retórica y los dobles juegos y tiendo a ser clara, aunque asuste, si te da miedo, puerta, una ya no está para tonterías...
Con esto no quiere decir que no use la cortesía. Claro que sí, como todos. Soy una experta en "la mano izquierda", en decir las cosas de forma menos dura, lo que se dice "ser políticamente correcta". Además soy "profe", tengo que hacer uso de una buena oratoria (oh tempora oh mores... si Cicerón levantara la cabeza...) pero en ocasiones agota este juego de apariencias... sobre todo cuando esperas una cierta respuesta por parte de tu interlocutor que no llega.
Ay... entender a los demás... la pregunta que te terminas haciendo es ¿quién te entiende a ti? La empatía está muy bien pero cuando es compartida. Ponerse en la cabeza del otro e intentar interpretar qué ha querido decir con lo que ha hecho o dicho, qué puede estar pensando... como ya he escrito, es agotador hasta la extenuación, como una carrera en la que nunca ves la meta...
Aquí surge otro gran conflicto que daría para un libro: las expectativas incumplidas. Esperar que los demás actúen como actuarías tú. Sólo un apunte: supongo que el término medio (donde está la sabiduría) sería encontrar el equilibrio entre no esperar demasiado de nadie más que de ti y no perder del todo la esperanza de que, a veces, sí ocurra.
Después de todo esto pienso qué pasaría si por un sólo día primara el principio de cooperación comunicativa de Grice sobre la cortesía, sin que confundamos esto con la grosería y la falta de educación (algo que también odio profundamente), y fuésemos claros y auténticos por una vez, por unas horas, por un sólo día. Qué pasaría si dejáramos al pie de la cama nuestra brillante armadura y fuésemos por el mundo con la mirada inocente y sincera de un niño. Claros y verdaderos con nuestro compañero de trabajo que nos amarga la existencia, con nuestro amigo/a que abusa de nuestra comprensión o con aquella persona que nos tiene loco/a, que nos acelera el pulso hasta el delirio. Parémonos en éste. Imaginad. ¿No sería estupendo acercarse a esa persona y decirle, como en el poema de Luis Alberto de Cuenca: "tengo un hambre feroz esta mañana, voy a empezar contigo el desayuno"...? Y si sale corriendo quizá es que no merece la pena, o, quizá es lo que está esperando y nos sorprende arrastrándonos a un lugar recóndito para comernos las hechuras del alma...
Es complicado, lo sé. Así que, sigamos con el baile de máscaras, sigamos caminando por el mundo con nuestra brillante armadura...
(A dos meses de la oposición... menuda "paja mental"... ya veréis en un mes... pellizcando cristales...)
El principio de cooperación comunicativa de Grice y el principio de cortesía de Lakoff. Lo sé, parece arduo, pero todo tiene su explicación. Así que léase hasta el final...
El amigo Grice estudia los principios que regulan el intercambio comunicativo, aquellos principios que se supone son aceptados tácitamente "por cuantos participan de buen grado en una conversación". A saber:
- Dé la cantidad de información precisa (no se exceda)
- Intente que su contribución sea verdadera (no mienta)
- Diga cosas relevantes para la comunicación.
- Sea claro y ordenado.
Sin embargo, el principio de cortesía de Lakoff (que a todo esto era una mujer) estudia la comunicación desde la vertiente social y entiende la cortesía como "una estrategia conversacional para mantener las buenas relaciones".Entonces vence la cortesía sobre la cooperación, esto es, el "buen rollo","la mano izquierda". De este modo, sus principios son:
- Sea claro.
- Y sobre todo, sea cortés: no se imponga, ofrezca opciones y alternativas en su conversación y refuerce los lazos de camaradería.
Todo para intentar evitar la imposición sobre "el otro", no invadir su espacio, para salvaguardar su imagen. Y en este punto entra la reflexión:
¿No es esto exactamente lo que hacemos día a día con todos los que nos rodean? El problema es que habitualmente el primer principio de Lakoff no se cumple (sea claro) y muchos ven en la cortesía una excusa perfecta para la mentira. Las dobles caras. Y ahí viene el primer problema: la inconsecuencia, esto es, cuando las personas no son consecuentes con sus actos y palabras (algo que odio).
En el segundo problema de la cortesía mal entendida me veo afectada yo misma, atrapada en una especie de torbellino, nebulosa y espiral de "las apariencias": protegerse, no decir más de lo necesario, no exponerse a que el/la otra/o tenga demasiada información sobre ti, cuidar las palabras, ser precavido con que lo que dices sea interpretado de la forma adecuada, o que no se transparente de forma clara lo que piensas o lo que sientes para que la otra persona no huya despavorida, porque tienes que respetar su espacio.
Mi problema es que soy "cristalina" y tarde o temprano se me ve el plumero, y qué narices, en ocasiones me canso de la retórica y los dobles juegos y tiendo a ser clara, aunque asuste, si te da miedo, puerta, una ya no está para tonterías...
Con esto no quiere decir que no use la cortesía. Claro que sí, como todos. Soy una experta en "la mano izquierda", en decir las cosas de forma menos dura, lo que se dice "ser políticamente correcta". Además soy "profe", tengo que hacer uso de una buena oratoria (oh tempora oh mores... si Cicerón levantara la cabeza...) pero en ocasiones agota este juego de apariencias... sobre todo cuando esperas una cierta respuesta por parte de tu interlocutor que no llega.
Ay... entender a los demás... la pregunta que te terminas haciendo es ¿quién te entiende a ti? La empatía está muy bien pero cuando es compartida. Ponerse en la cabeza del otro e intentar interpretar qué ha querido decir con lo que ha hecho o dicho, qué puede estar pensando... como ya he escrito, es agotador hasta la extenuación, como una carrera en la que nunca ves la meta...
Aquí surge otro gran conflicto que daría para un libro: las expectativas incumplidas. Esperar que los demás actúen como actuarías tú. Sólo un apunte: supongo que el término medio (donde está la sabiduría) sería encontrar el equilibrio entre no esperar demasiado de nadie más que de ti y no perder del todo la esperanza de que, a veces, sí ocurra.
Después de todo esto pienso qué pasaría si por un sólo día primara el principio de cooperación comunicativa de Grice sobre la cortesía, sin que confundamos esto con la grosería y la falta de educación (algo que también odio profundamente), y fuésemos claros y auténticos por una vez, por unas horas, por un sólo día. Qué pasaría si dejáramos al pie de la cama nuestra brillante armadura y fuésemos por el mundo con la mirada inocente y sincera de un niño. Claros y verdaderos con nuestro compañero de trabajo que nos amarga la existencia, con nuestro amigo/a que abusa de nuestra comprensión o con aquella persona que nos tiene loco/a, que nos acelera el pulso hasta el delirio. Parémonos en éste. Imaginad. ¿No sería estupendo acercarse a esa persona y decirle, como en el poema de Luis Alberto de Cuenca: "tengo un hambre feroz esta mañana, voy a empezar contigo el desayuno"...? Y si sale corriendo quizá es que no merece la pena, o, quizá es lo que está esperando y nos sorprende arrastrándonos a un lugar recóndito para comernos las hechuras del alma...
Es complicado, lo sé. Así que, sigamos con el baile de máscaras, sigamos caminando por el mundo con nuestra brillante armadura...
(A dos meses de la oposición... menuda "paja mental"... ya veréis en un mes... pellizcando cristales...)
7 comentarios:
La del "hambre feroz" me la apunto, me ha encantado. La usaré, hay mañanicas que uno se levanta tontorrón.
Pienso que sinceridad y cortesía no tienen por qué estar reñidas, aunque no sea ni mucho menos fácil hacer que congenien de forma natural.
Por cierto, ánimo con el blog. Como siempre digo en estos casos: constancia y mucha poca vergüenza.
Las oposiciones desquician a cualquiera, no te lo tendremos en cuenta, ¿vale? :P
Y por cierto, no conocía al amigo Grice ni al amigo Lakoff, siempre es bueno conocer nuevas cosas :D
P.D: ¡'ti' nunca va con tilde!
Banyú: eres el primero en comentar en mi blog y eso me lo guardo (gracias!) y gracias por los ánimos. La frase es maravillosa, es cierto...
Bydiox: jajaja... sí, un poco desquiciada sí ando.
Son dos autores interesantes de la vertiente de la Pragmática. Yo tampoco los vi en la carrera.
La "falta" está corregida... ups... no sé cómo se me pasó. Gracias.
Pues sí que le has sacado partido al bueno de Grice. Y es que cuesta escaparse de las redes de lo correcto, pero, eso sí, el que lo hace... anda que no mola. Mira a House a al Rey con Chavez.
Es decir, "o" al Rey...
Raúl: desde luego que mola "escaparse de las redes de lo correcto". Deberíamos hacerlo más a menudo... ^__^
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