La vida tiene jugadas extrañas. Jugadas que en su momento, y quizá durante mucho tiempo, no llegamos a entender. Algunas terminan cuadrando perfectamente en un plan estratégicamente elaborado por las Hilanderas del destino vital de cada uno, otras siguen sumergidas en la más profunda incógnita de por qué sucedieron... en cualquier caso, yo, que siempre pienso que todo pasa en esta vida por un motivo, me encuentro de repente inmersa en una de estas "zancadillas existenciales". Nada terriblemente grave, por otro lado, sólo un pinzamiento lumbar con nombre de insulto (radiculitis lumbosacra izquierda) producida de la forma más surrealista y por otro lado cómica en que se puede producir una "radiculitis". Pero eso pertenece al plano íntimo e intransferible. (CORRECCIÓN: Las últimas noticias médicas dicen que tengo el nervio tibial dañado y tendré que hacer rehabilitación).
Pues bien, me hallo a 21 de julio (esto ocurrió hace una semana), con mis vacaciones esperándome, mis amigos de terraceo y piscineo infinito y yo andando como un flamenco (pájaro) y cansándome al mínimo esfuerzo encerrada en mi casa todo el santo día.
Ante la posibilidad de entrar en un estado de delirio seguro decido permanecer activa: ordenar papeles como puedo, contestar correos, hablar con los amigos... y LEER.
En apenas una semana me he devorado las tres lecturas que tienen que hacer mis alumnos en septiembre, dos libros que tenía sin terminar desde hace meses y una obra que me regaló mi compañera Julia para mi cumpleaños. Es en esta en la que me detengo: Como una novela de Daniel Pennac. Una maravilla.
Pennac, como profesor de literatura de un instituto, le planta cara a uno de los mayores problemas ante el que nos enfrentamos los docentes o no en la sociedad actual: ¿por qué los adolescentes no leen? ¿qué es lo que falla? ¿qué estamos haciendo mal? ¿dónde está el ávido lector infantil que pedía a su padre/madre "más" cuando de pequeños se le dibujaba ante la imaginación cualquier historia de cuento de hadas? (Oh, aún recuerdo a mi madre leyéndome las Rimas y Leyendas de Bécquer, o La Historia Interminable, o alguna de las aventuras de Sandokan...) Quizá, hoy en día, el primer problema de base es que ni siquiera tenemos ese primer lector que luego perdemos. Las familias desestructuradas, los horarios infinitos de trabajo y el desánimo general hace poco probable que un padre se siente en la cama de su hijo y que antes de dormir le lea un cuento... pero me estoy adelantando, vayamos por partes.
La obra es todo un acicate a la lectura revestido de antimanual de literatura, de lucha contra la pedagogía obsoleta que pulula en muchos departamentos de lengua y literatura. Es un ensayo revestido de monólogo que te produce una placentera reconciliación (si es que había habido algún tipo de distanciamiento) con el deleite de encontrarse frente al universo que plantea un libro, que te hace esbozar una sonrisa, que te produce una secreta alegría, como se produce siempre en la relación íntima que se establece entre un libro y su lector, cuando te sientes identificado con situaciones de aula que plantea, cuando asientes ante la verdad de cada una de sus reflexiones.
Pennac empieza con una afirmación tajante: "El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo "amar", el verbo "soñar"..." Y es que aquí se plantea el primer problema: la obligación de la lectura conlleva la no lectura. A partir de aquí comienza toda una reflexión sobre el problema lector en el que hay grandes dosis de lucidez y verdad. Vuelvo a ese niño ansioso de saber qué más pasa en el cuento, que pide leer la misma historia una y otra vez, ese pequeño lector que luego se pierde porque la lectura deja de ser un premio y pasa a ser una imposición de un programa de estudios con libros cortados por el mismo patrón planteados "para su edad y desarrollo". No voy a meterme en disquisiciones de qué sería lo más o menos conveniente... Lo que sí me parece incuestionable es que una de las maneras de acercar de nuevo la lectura a los chicos es leyéndoles. Sí, como si fueran otra vez chiquitos. Leerles en voz alta, como los trovadores, modulando la voz, transmitiéndoles la fuerza de la palabra... y con lecturas que nos creamos, que nos gusten, que nos apasionen... Sé que es difícil en las aulas de hoy día que haya el silencio necesario para que 25 adolescentes, en el mejor de los casos, se paren a escucharte, pero yo he tenido por fortuna muchos grupos que sí estaban dispuestos a "poner oído" y me han pedido que fuera yo la que les leyera tal poema o tal obra porque leyéndosela yo "se enteraban, les gustaba", "profe, es que en tu voz suena distinto". Luego serán ellos los que en casa lo repasen o acudan directamente al texto para terminarlo, pero el primer paso está logrado. Les hemos "enganchado".
No voy a detenerme a reflexionar sobre cada uno de los capítulos del libro, no tiene sentido, pero la obra es mucho más que todo esto. No sólo se habla del error en la forma de acercar el libro al alumno, sino de la actitud derrotista que éstos tienen de antemano ante él; y no sólo se habla de los adolescentes, sino de los adultos lectores y las concesiones que tienen que hacer para leer. No es sólo un libro sobre los libros, sino casi una manera de relación y de elección con tu vida y tu entorno.
La obra concluye con decálogo de los derechos del lector, que no deberes, porque el lector, como ser humano que es es libre de elegir cómo mantener su relación libresca. Estos son:
- El derecho de no leer un libro.
- El derecho de saltar las páginas.
- El derecho de no terminar un libro.
- El derecho de releer.
- El derecho de leer lo que sea.
- El derecho al Bovaryismo (enfermedad textual transmisible).
- El derecho de leer donde sea.
- El derecho de buscar libros, abrirlos en donde sea y leer un pedazo.
- El derecho de leer en voz alta.
- El derecho de callarse.
¿Intrigado? A ver si lo consigo un poco más.... Aquí van algunas de las que yo considero las mejores frases:
- Releer no es repetirse, es ofrecer una prueba siempre nueva de amor infatigable.
- Una lectura bien llevada salva de todo, incluso de uno mismo.
- ¡Lo más importante era que nos leyera todo en voz alta! La confianza que ponía de entrada en nuestro deseo de aprender... El hombre que lee en voz alta nos eleva a la altura del libro. ¡Da realmente de leer!
- La lectura no depende de la organización del tiempo social, es, como el amor, una manera de ser.
- El hombre que lee en viva voz se expone del todo. Si no sabe lo que lee, es ignorante en sus palabras, es una calamidad y eso se nota. (...) Si lee realmente, si pone en ello su saber controlando su placer, si su lectura es un acto de simpatía tanto para el auditorio como para el texto y su autor, si consigue hacer entender la necesidad de escribir despertando nuestras más oscuras necesidades de comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la multitud de los que se creían excluídos de la lectura se precipitan detrás de él.
- "El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Habita en bandas porque es gregario, pero lee porque sabe que está solo. La lectura no toma el lugar de nadie más, pero ninguna otra compañía puede remplazarla"
¿Qué me dices? Yo te digo: léelo, pero estoy contradiciendo el primer mandamiento del libro: "leer" no soporta el imperativo... así que ejerce tus derechos como lector y toma tu decisión. Léelo... si quieres :)
4 comentarios:
Curiosa cuestión de los imperativos no admisibles, de aquellos que si bien si que son parte imprescindible de la vida de cada uno, si suceden de forma impuesta pierden de forma inmediata su valor, su importancia, su capacidad para hacernos felices y reconfortar nuestras almas ...
El valor de una caricia no reside en la acción en si, sino en el deseo de darla y recibirla ... de lo contrario carece de valor alguno, y mas que algo bello, se torna en una tortura abrumadoramente destructiva.
;)
PD: Animo con ese pinzamiento ya veras como en nada estás de nuevo en marcha a pleno rendimiento :**
Es cierto, es curioso lo de los imperativos, pero es verdad que no se puede exhortar a los sentimientos, y la lectura tiene también mucho de sentimiento, como el amor, como las caricias que tú dices, el "acto de leer" es una relación íntima de mímesis entre el lector y el texto, y no se puede imponer...
Gracias por los ánimos, yo también espero estar pronto dando guerra otra vez.
Un besote.
"Talmente" de acuerdo... Yo aún guardo como un tesoro un librito con fábulas de Iriarte que me leían mis padres y, si me da por recordar las noches en que asomaba la cabeza a su habitación, siempre me viene la imagen de uno a cada lado de la cama leyendo sin parar... Y yo, para aportar mi granito, estoy reescribiendo un cuento popular: "Caperuza y su merluza" y, mientras llega el momento, le voy leyendo cada día un ratito. No sé si es verdad que pueden oir (comprender ya sé que no), pero no es un mal momento para empezar, porque es cierto que no hay nada como predicar con el ejemplo.
Gracias por todo lo que aportas, guapa. Te copio el título y me voy a por él... Y a ver si te recuperas pronto y podemos vernos. Besiños.
Gracias nenita... estoy segura de que tu bebé será un gran lector, como la mami, y los papis de la mami.
:=)
Cógetelo Rachel, es revelador.
Besotes
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